Memoria latente
Oblivion (2013, Joseph Kosinski)

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Original

          Después de tres años de su salto a la gran pantalla con la secuela de Tron (Steven Lisberger, 1982), titulada Tron: Legacy (2010), que pasó por las pantallas de cine de todo el mundo con una crítica inesperadamente negativa, Joseph Kosinski nos sorprende con otra cinta de ciencia ficción basada en su obra homónima, una novela gráfica con el mismo nombre, Oblivion, escrita hace cinco años y que por fin ha conseguido realizar gracias a los Estudios Universal.

 

          Oblivion nos sitúa en un mundo post apocalíptico en el año 2077, después de una guerra contra los “scavengers”, unas fuerzas invasoras alienígenas que han dejado una Tierra devastada debido a la pérdida de gravedad, a consecuencia de la destrucción de parte de la luna y al uso de bombas nucleares como último intento de acabar con los invasores y evitar, así, la extinción de la raza humana. Tras ganar la guerra lo poco que quedaba de nuestro planeta quedó invadido por la radiación y los supervivientes se vieron obligados a huir al lejano satélite de Júpiter, Titán. Allí la especie humana sobrevive gracias a los recursos que logran recuperar de la Tierra.



 

          Tom Cruise (La Guerra De Los Mundos, 2005) encabeza el reparto de actores protagonistas encarnando a Jack Harper, un técnico encargado de reparar los drones para la defensa de las plataformas de extracción de recursos de los ataques de los últimos Scavengers. Su mujer, Victoria Olsen, a la que da vida Andrea Riseborough (Shadow Dancer, 2012), le acompaña, organiza las misiones diarias y mantiene el contacto con la estación espacial orbital, el último nexo de unión entre la Tierra y Titán. Este tándem, aparentemente idílico, se ve truncado un acontecimiento inesperado, la aparición de una misteriosa superviviente, Julia Rusakova, interpretada de forma algo fría -ya que, aun tratándose de un papel clave no consigue transmitir la importancia pretendida, cosa que lastra la historia-, por Olga Kurylenko (Quantum of Solace, 2008), personaje que hará que Jack comience a plantearse su misión. La aparición estelar, aunque bastante discreta, del siempre excepcional Morgan Freeman (Seven, 1995), acompañado por una actor en alza, gracias a la serie “Juego de Tronos”, como es Nicolaj Coster-Waldaw (Himmerland, 2008), ambos encabezando la resistencia humana, completan un reparto excepcional.


 

          En el plano técnico podemos destacar, como grandes bazas del film, unos efectos especiales espectaculares que unidos a una genial banda sonora, generan una ambientación idónea capaz de sumergirte en un mundo alternativo propio de la ciencia ficción pura. Ciertos aspectos han sido tratados con la máxima eficiencia para lograr dicha ambientación en la que, consiguiendo en muchos aspectos la estética de los videojuegos, lo interesante es ver como que se ha recreado una forma de vida rodeada de tecnología y pulcritud en tales horizontes de desolación. Para conseguir un mundo así se han servido de alta tecnología, un ejemplo claro es el  “Bubbleship”, un avión real construido expresamente para este film para que, aunque los primeros planos en cockpit (cabina de piloto) se filmaron en una réplica en los estudios, las escenas de vuelo parecieran lo más reales posible. Este aspecto de realidad también lo plasman con la “Sky Tower”, que aún siendo una maqueta de estudio, el equipo técnico consiguió darle realismo gracias a retroproyecciones de amaneceres, anocheceres, atardeceres y varios cambios climáticos que habían sido grabados con anterioridad en las montañas de Islandia. Todo ese mundo visual no sería tan perfecto si la banda sonora, a cargo del compositor Anthony Gonzalez en su primera experiencia en el cine, no fuera tan especial, con un sonido muy electrónico que se adapta perfectamente a las imágenes.

 


 

 

          Si hablamos de guión y adaptación del mismo, podemos intuir que la intención, aunque no se consiga plasmar del todo, es contarnos que el alma de una persona no muere, sino que perdura a través de algo tan material como el código genético, manteniendo latente la experiencia acumulada en memoria y la vivencias más significativas, ensalzando el amor como la más fuerte de todas. La evolución del personaje principal la marca el entorno en el que se envuelve y la curiosidad intrínseca del ser humano y, al igual que en “2001: Odisea en el espacio” (Stanley Kubrick, 1968), dicha evolución viene dada por acontecimientos extraordinarios al orden natural. Es increíble comprobar que tras 45 años este film de Kubrick sigue siendo referencia para muchos directores que se encaminan en el mundo de la ciencia ficción. Empero, en Oblivion hay otros referentes de género, por ejemplo, los primeros planos de la película recuerdan a “El planeta de los simios” (Franklin J. Shaffner, 1968) con esos edificios emblemáticos en ruinas; las persecuciones y batallas parecen homenajear a “La guerra de las Galaxias, Episodio I” (George Lucas, 1999); también las cápsulas guardan un gran parecido a las de Nostromo en “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979). Las fuentes de inspiración son muchas y variadas, algo que no hace más que nutrir, estética y cinematográficamente, a esta película.

 

 

          En mi opinión, el director cumple con creces al construir un universo único y personal, reuniendo ideas y códigos constantes de la ciencia ficción junto a una correcta exploración filosófica de las incertidumbres del hombre consigo mismo y en relación al universo. Quizás a Oblivion no se la pueda catalogar como obra maestra, pero el tiempo es justo con los que saben esperar y puede que dentro de unos años se convierta en otro referente de género.

 

 



Por Santiago Maroto