Excepciones de carne y hueso
Lincoln (2012, Steven Spielberg)

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Original

          De vez en cuando los seres humanos creamos Dioses de carne y hueso. Independientemente del ámbito del cual nazcan: medicina, ciencia, deporte, cine o política, nos empeñamos en dotar de características cuasi omnipotentes a personajes que, por algún motivo u otro, marcaron la diferencia.

          El caso de Abraham Lincoln es un claro ejemplo de esta peculiaridad psicosocial. Su figura fue reverenciada no tan sólo en vida, sino que se convirtió en el símbolo del progresismo que marcó los orígenes de la nación más poderosa del mundo, la estadounidense. Desgraciadamente, somos testigos de un presente en el que los políticos, lejos de servir al pueblo, son fuente de desilusiones y recelos, y parecen haberse perdido de vista aquéllos ideales primigenios en pro de un pozo de ambiciones deshumanizadas.

           El arte no es aleatorio y un film como “Lincoln” clamaba por ser realizado. El film sigue los pasos del presidente durante la etapa final de la guerra de secesión, uno de los episodios más sangrientos de la historia americana, que enfrentó hermanos contra hermanos en pro de los derechos humanos más básicos. El oscarizado y excepcional Daniel Day-Lewis (Mi pie izquierdo, 1989) es el encargado de enfundarse en la piel de este revolucionario de voluntad inquebrantable que se enfrentó a las tradiciones y logró, con puño de hierro, cambiar la historia para siempre. Este personaje central es mostrado como un hombre sabio y mundano, dotado de un sentido común fuera de lo normal, que unido a una capacidad argumentativa superlativa, lo convierten en el carisma personificado. Un auténtico líder y nunca mejor dicho: De, por y para el pueblo.     


'Lincoln' y 'La vida de Pi' encabezan la lista de nominaciones a los Premios Oscar 2013

           Es esta una película necesaria y cuya necesidad vio claramente su director, un Steven Spielberg que nunca deja de sorprendernos y que, como ya hizo en “Munich” nos vuelve a poner de manifiesto que tenemos una historia que debemos recordar imperativamente antes de caer en una irremediable involución.

         Con este propósito, el director se decantó una superproducción para todos los públicos, rodeándose del mejor elenco posible (destacando al radical Tommy Lee Jones y a la inconmensurable primera dama encarnada por Sally Field), la mejor puesta en escena, la mejor fotografía y un guión tan potente que no dejara lugar a fanatismos pero si a una entereza grandiosa y, para ser sinceros, algo grandilocuente en algunos momentos.

          Estando su estreno tan cerca a los oscars, teniendo en cuenta su patriotismo inherente, las apuestas están a su favor, sin embargo, lejos de ser un mero producto para las masas, hecho con la idea de ganar premios, su pretensión no es otra que ser una pequeña lección para las conciencias adormecidas.

 

 



Por Silvia García Palacios