Eastwood salva el partido
Golpe de efecto (2012, Robert Lorenz)

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Original

 

          Hablar de la vuelta de Clint Eastwood a la gran pantalla como protagonista, desde la sublime "Gran Torino", se hace difícil desde una posición de admiración por el intérprete. Eastwood, a sus 82 años, deja a su director de segunda unidad tras la cámara para protagonizar "Trouble with the curve", una película cómica/dramática con el deporte como hilo conductor principal (aunque no el más importante) y que se apoya, sobre todo, en su plantel actoral.
         En "Golpe de efecto", Eastwood interpreta a Gus Lobel, un veterano ojeador de baseball que debe hacer frente a los achaques de la edad para seguir siendo valioso en su trabajo, en un tiempo en el que los cálculos informáticos y las estadísticas parecen valer más que el ojo experto y el amor por lo que uno hace -como bien pudimos ver hace poco en "Moneyball"(Bennett Miller, 2011)-. Cuando Gus, sin saber que su empleo peligra, sale de viaje para observar a un jugador, su superior y amigo Pete Klein (John Goodman) convence a Mickey (Amy Adams), hija de Lobel que ha crecido sufriendo el distanciamiento de su padre, para que deje su trabajo de abogada unos días y lo acompañe.


         "Golpe de efecto" no es realmente una película sobre baseball. Es un viaje emocional, y de descubrimiento, donde padre e hija tienen que limar asperezas, trabajar en equipo, e interactuar juntos con personajes que irán surgiendo en su camino, como el ex-jugador y aspirante a comentarista Johnny Flanagan (Justin Timberlake), descubierto por Gus, que se les unirá en su viaje hacia Carolina del Norte siguiendo los partidos de una joven promesa.
          No es una mala base el problema de la película de Lorenz. El problema principal es que "Golpe de efecto" es, hablando claro, un telefilm. El guión de Randy Brown es toda una colección de dilemas fáciles, ejecutivos agresivos sin escrúpulos, estrellas insoportables, honrados trabajadores de la vieja escuela, flashbacks "impactantes" innecesarios, giros finales aún más innecesarios y moralejas a base de cámaras lentas y subidas de música. El espectador ve venir cada uno de los siguientes pasos y, si alguno le coge por sorpresa, es para ser peor de lo que imaginaba. Y entonces, ¿por qué iba a ser difícil hablar de "Golpe de efecto", cuando podría decir que es mala y acabar rápido? Porque no, no es mala. Y no es mala, porque, en gran parte, Eastwood, Adams, Timberlake y Goodman la salvan y la salvan de tal forma que sales del cine convencido de que te hubieras tragado dos horas más de película. Porque Gus Lobel llena la pantalla con sus muecas, sus quejas y sus gruñidos (rescatados directamente de los dos últimos papeles protagonistas de Eastwood, en "Million dollar baby" y "Gran Torino"); porque Amy Adams convence como abogada, como chica ruda, como hija confusa, y su química con Clint es el 90% de esta película y tal y como se mueven por la historia que les han dado, parecen un padre y una hija reales a quienes les hubieran pedido que interpretaran una situación; porque a Justin Timberlake se le da mucho mejor quedarse en segundo plano y hacer de chico normal que de superestrella; y porque John Goodman se mueve como pez en el agua en el papel de secundario carismático, amigo y mentor que roba cada escena en la que aparece -algo que pudimos comprobar hace nada en "Argo" (Ben Affleck, 2012)-; y también porque la dirección de Lorenz, pese a todos los defectos que he nombrado, es bastante correcta.

          "Golpe de efecto" no sobrecoge ni emociona como pueden hacerlo las grandes obras de Clint Eastwood, pero retiene parte de la chispa de la estrella, con un guión que le da más ventaja en la vis cómica, y ayuda a avanzar a una película que, con otro elenco, podría haber sido un auténtico desastre.
            Por eso se me hace difícil hablar de "Trouble with the curve". Me espantó su convencionalismo, su resolución facilona y su moraleja cobarde, pero me encantó ver volver a Clint, verlo rodeado de actores/personajes llenos de chispa y realismo, capaces de seguirle el ritmo, ver su capacidad de construir otra película a su alrededor y conseguir que todos me importen. Y, lo más importante, me encantó porque hubiera seguido el viaje de Gus y Mickey, con sus quejas y sus gruñidos, hasta donde hiciera falta.



Por Isaac Mora