Pesadilla mundana
Cinco metros cuadrados (2011, Max Lemcke)

Starsmall Starsmall Starsmall Starsmall

Original

Toda persona que se considera dentro de la normalidad sigue un patrón de vida simple y sin muchas pretensiones. Consigue un trabajo, una pareja, una casa y crea una familia. Si esta cadena se rompe, sin que tu voluntad participe en ello, entramos en un terreno psicológicamente pantanoso. Este es el punto de partida de la tenebrosa “Cinco metros cuadrados” en donde una pareja ilusionada por su pronta vida en común, con boda a la vista y todo un futuro por delante, ve truncados sus sueños al ser víctimas de una estafa inmobiliaria.

El film arranca mostrándote los planes de un político corrupto y un especulador inmobiliario, algo ya, a todas luces, terrorífico si piensas, no sólo en hecho delictivo en sí mismo, sino en la facilidad con la que dos personas juegan alegremente con el destino de los demás. Acostumbrados a asesinos en serie, grandes explosiones y conspiraciones mundiales, un simple caso de estafa parece poca cosa, pero lo que debemos pensar es que no hablamos de una historia exagerada para la ficción audiovisual, sino que en esta película se habla de algo real, algo que está a la orden del día y que es causa directa uno de los grandes males de la sociedad, aquel que perpetua la diferencia de clases e impide que toda persona tenga sus derechos básicos.

El protagonista del film, interpretado notablemente bien por el televisivo Fernando Tejero (el cual vuelve a compartir reparto con Malena Alterio tras su anterior trabajo en “Al final del camino, 2009), se alza como el único superviviente de la marea de egoísmo, conformismo y derrota que le rodea durante todo el metraje. Cual último hombre en la Tierra y sin apoyo alguno su desolación es absoluta, tanto, que es forzado a tomar decisiones drásticas para defender sus derechos vitales.

Estamos ante una película que se atreve a tratar un tema tan candente como el de la especulación, uno de los pilares de la crisis económica actual, y lo hace de forma sencilla y clara, no es de extrañar, pues, que arrasara en el palmarés del Festival de Málaga del presente año (mejor film, actor, guión, actor de reparto y premio de la crítica). Conociendo el convulso contexto social en el que vive España, quizás deberíamos tomar conciencia de que el bien de los demás es nuestro propio bien y no ver este film como una situación puntual y particular sino como un mal que concierne y afecta, antes o después, a todos y cada uno de nosotros.



Por Silvia García Palacios