Patinazo fantasma
Cazafantasmas: Imperio helado (2024, Gil Kenan)

Starsmall Starsmall Starsmall

Original

Llevamos varios años con un revival de los ochenta marcado con la recuperación de películas y personajes icónicos dirigidos a reblandecer los corazoncitos de los ya cuarentones y animarles en su crisis de la mediana edad. Cazafantasmas no quería quedarse atrás y en 2016 ya se intentó reabrir la puerta con un producto que aportaba una reformulación correcta de base pero ineludiblemente incorrecta en ejecución. El fiasco fue considerable e hizo temblar el “legado” de los originales que resurgieron de sus cenizas para embarcarse en unas secuelas dignas. Así pues en 2021 apareció Ghostbusters: Afterlife (Jason Reitman), un más que notable film dotado de las partes justas entre añoranza y nuevas generaciones, un trabajo que reinstauró las esperanzas de todos los fans en el advenimiento de nuevas entregas que estuvieran a la altura. Lamentablemente, Ghostbusters: Frozen Empire no lo está.






El film tiene un excelente arranque, con una premisa al tiempo estremecedora e, irónicamente, rompedora, pero lo que deviene a éste es una caída en picado vertiginosa tras la primera persecución. Lo más destacable es la precariedad estructural, las escenas se amontonan sin mucho sentido asemejándose más a una serie en la que los protagonistas (y solo ellos) van danzando aleatoriamente y aparecen, como por arte de magia, en los momentos precisos para lanzar su frase o salvar la papeleta. Tan forzada es la cosa que incluso las apariciones de referentes como Slimer o Tubby Soft-Squeeze, entre otras, resultan hastiantes, presentadas sin entidad o sentido alguno y a la postre inútiles para la historia. Si nos metemos en el guión, el desastre es considerable y tal parece que se quedaron sin fondos a mitad de película y decidieran usar las tijeras más grandes de la historia, para llegar, de forma acelerada y a trompicones, a un desenlace digno de olvidar por su impostada grandiosidad.  La elección de los orígenes del villano le da un toque de diversidad interesante, pero lo destrozan asemejándolo en su forma corpórea a un Eddie the Head con cuernos cuyo poder deja mucho que desear debido a una irritante aleatoriedad en su uso. Tan solo el hilo argumental de la relación de la protagonista, interpretada por Mckenna Grace, con una fantasma de su edad parecía escaparse de la pira, ya que nunca se había planteado hablar de la existencia misma de los fantasmas, sus temores, deseos y motivaciones, pero este atisbo de luz se desvanece pronto y por desgracia te abre los ojos ante el trato que se hace a los fantasmas atrapados y te queda el mal sabor de boca al darte cuenta de cómo los Cazadores de fantasmas retienen a la fuerza, torturan y estudian a estos entes justificándose en su preconcebida “maldad” sin considerar lidiar y gestionar esta condición hacia lares más provechosos para ambas partes. Una inconsciencia flagrante que se aleja de cualquier tono diferencial que pudiera tener el film y lo mantiene en una forma de hacer las cosas “decimonónica”. 







En toda esta propuesta no ayuda para nada la poca verosimilitud a la hora de reencontrarnos con los jóvenes secundarios de la anterior película, éstos aparecen con calzador y sobre empoderados con respecto a su edad (tampoco es que los Cazafantasmas originales aparezcan fluidamente…). Tampoco se entiende cómo es posible que sus amigos, los nietos de Spengler, no tengan ni idea de sus actividades “extraescolares”. En la primera entrega de este nuevo reboot se podía justificar que un grupo de adolescentes tomaran las riendas, pues no tenían el crédito de sus adultos, en el Imperio Helado la incongruencia es alta al respecto. 






Lo que Afterlife nos dio, nos lo arrebata Frozen Empire y es inevitable fijarse en las diferencias detrás de las càmaras en cuanto a dirección y guión, en el tiempo en el que ambos proyectos fueron levantados y en cómo el cariño con el que se hizo la del 2021 se convierte en comercialización máxima apenas tres años más tarde (sólo tenéis que analizar el póster post visionado, con deciros que Bill Murray aparece apenas 5 minutos…). No esperen un nuevo mito, las palomitas están servidas, el resto es puro hielo.



Por Silvia García Palacios