LA FAMILIA DEL FIN DEL MUNDO
Llaman a la puerta (2023, M. Night Shyamalan)

Starsmall Starsmall Starsmall Starsmall Halfstarsmall

Original

Voy a empezar por el principio: A M. Night Shyamalan hay que celebrarlo siempre. Hasta cuando tropieza. Algo que no ocurre demasiado desde su comeback del 2015, cuando empezó a trabajar en proyectos más pequeños tras haber tocado fondo - y de qué manera – con “The Last Airbender” y “After Earth”. Y si hay que celebrarlo siempre, hay que celebrarlo aún más ahora, porque “Llaman a la puerta” es el mejor Shyamalan que hemos visto en años. 






Adaptación de la novela “La cabaña del fin del mundo” de Paul Tremblay (nada que ver con la película de los 70 con el mismo nombre español), guionizada por el propio Shyamalan que pasa todo por su particular filtro, “Llaman a la puerta” es una obra en apariencia pequeña, exenta de los giros de guión que muchos han asumido definen al director indio y de los “multifinales” que han restado puntos a algunos de sus últimos trabajos. Una historia en la que lo importante no es tanto qué va a pasar después, sino la credibidilidad de lo que está pasando. 


“Knock at the cabin”, como se llama en su versión original, no tarda ni un minuto en ponerse en faena. Wen, la hija adoptiva de Eric y Andrew, es abordada por un -en principio amigable- desconocido en las afueras de la cabaña donde están pasando unos días de descanso. El extraño forma parte de un grupo de asaltantes que acorralarán a Wen y a sus padres en cumplimiento de una misión de vital importancia: Deben convencer a la familia de que cometan un sacrificio como única forma de detener el fin del mundo.






Shyamalan no necesita más para agarrar al espectador por el cuello y no soltarlo en los 100 minutos de metraje. El director al que se le presuponen infinidad de giros sorpresa y algún que otro desvarío mesiánico se basta de una localización, siete actores, y una trama que ha puesto todas las cartas sobre la mesa en los primeros 20 minutos para crear un ejercicio de tensión sin fisuras ni pretensiones. Lo consigue, claro, gracias a su buen hacer tras la cámara; la planificación de escenas es brutal y los tiempos están medidos a la perfección, los personajes se desarrollan en un tiempo récord e incluso los -pocos- flashbacks que se incluyen para darle profundidad a la pareja protagonista tienen la duración medida para que no te acostumbres a estar fuera de la cabaña y te relajes. También la dirección de actores está centrada, especialmente con un Dave Bautista en el que al fin un director confía lo suficiente como para poner el peso de una escena – y de hecho de casi toda la película – sobre sus hombros. El ex-luchador aguanta el tipo más que dignamente ante los primerísimos primeros planos a los que le somete Shyamalan; especialmente en el prólogo, un cara a cara literal con la pequeña Kristen Cui que ya vale el precio de una entrada, y llena de matices a su Leonard, un tipo terrorífico en la forma pero profundamente triste y desesperado en el fondo. Batista crea uno de los villanos -si se le puede llamar así-  más interesantes que he visto últimamente y no da la impresión de que le haya costado mucho.







El resto del reparto cumple perfectamente con sus papeles, destacando la mencionada Kristen Cui, de quien Shyamalan no puede apartar la cámara, el ex-mindhunter Jonathan Groff, aportando el componente emocional a la pareja protagonista, Abby Quinn como la más inquietante del cuarteto apocalíptico y finalmente a Rupert Grint, que interpreta a la versión redneck de su personaje en Servant; desganado, malhablado, y esencialmente un cretino.


Por lo demás, “Llaman a la puerta” es una clara demostración del estilo del Shyamalan más desenfadado, obsesionado con los detalles y esquivo en la representación de la violencia, apoyado esta vez en una efectiva banda sonora de Herdís Stefánsdottir que refuerza la sensación de que ésto está más cerca de un relato fantástico digno de “The twilight zone” que de una pedante fábula aparentemente universal de un autor que se cree que va a cambiar el mundo.

 

En sus últimos trabajos M. Night Shyamalan ha ido recuperando la confianza en su forma de entender el cine. Se ha mostrado más juguetón unas veces, más reflexivo otras, pero sorprendentemente centrado y definitivamente fuera de ese pozo creativo en el que estaba hace solo 10 años. “Llaman a la puerta” es la confirmación de este nuevo Shyamalan al que parece que lo que espere Hollywood de él se la trae al pairo y que viene aquí a hacer lo que le gusta: contar historias de miedo. Así que si las historias de miedo son lo tuyo, hay mucho que celebrar dentro de esta cabaña.



Por Isaac Mora