El número mágico
Spider-Man: No Way Home (2021, Jon Watts)

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Original

Spider-Man: No Way Home es la gran apuesta de Marvel para este 2021 que termina. La vuelta de uno de sus personajes más emblemáticos tras los estrenos en la pantalla grande de Shang-Chi y Eternals, dos recién llegados al MCU cuyas películas casi no encajan en el universo que aún sigue patas arriba tras lo acontecido en Endgame. Y con Endgame como referencia, en cuanto a sus ambiciones, llega la nueva aventura de nuestro amigo y vecino Spider-Man, una producción que tira la casa por la ventana y revuelve todo el canon del hombre araña para el infinito goce de fanáticos y de medios capaces de destripar hasta el último segundo de película por ganarse unos clicks.


Esto es importante porque lo ideal sería llegar a No Way Home sabiendo lo menos posible sobre ella. La tercera película de la dupla Watts/Holland depende en gran parte de su capacidad de sorprender al espectador. Y vaya si lo sorprende. Aunque por desgracia, esto y la búsqueda del dramatismo épico de su último tercio, lastran un poco a la cinta, que carece de la frescura de Homecoming y su secuela.







A lo que iba: Partiendo de lo que vemos al final de Far From Home, en el que Mysterio revela al mundo la identidad secreta del trepamuros, NWH introduce en la ecuación al Dr. Extraño (posible MVP de la Fase 4), que conjura un hechizo para intentar que todos olviden quién se esconde bajo la máscara de Spider-Man. La impertinencia de Parker hará que las cosas no salgan según lo previsto y pronto Spidey tendrá que vérselas con nuevos enemigos que parecen saber más de él de lo que deberían. Peter Parker pasa de tratar con suegros turbios y vacaciones problemáticas a meterse en un lío de magia y multiversos. Nada mal para una tercera parte.


Hasta ahí voy a resumir, porque es muy difícil hablar de No Way Home sin estropear nada al lector.  Y como digo, las sorpresas son el punto fuerte de la cinta y en gran parte la razón de ser de una película que en esencia sigue los códigos de un cierre de saga.  Lo que por otra parte también  sorprende, porque aunque la encarnación del héroe a manos de Tom Holland parece lejos del agotamiento o del final, el director John Watts y los guionistas Chris McKenna y Erik Sommers han querido ir a lo muy grande dando a la historia un tono falsamente crepuscular que trata de ser un homenaje a la figura del hombre araña cinematográfico y un épico fin de ciclo que, probablemente, no será tal.




 

 

 

 

Esto no quiere decir que No Way Home no funcione como película. La maquinaria Marvel/Sony sabe lo que tiene entre manos y han creado una película a la medida del que probablemente siga siendo el superhéroe más querido por el público. Su primera mitad, que aún conserva el gracejo adolescente de las entregas anteriores, es divertidísima y se pasa volando. Tanto Holland como todo el elenco de secundarios, desde Zendaya a John Fravreau, se lo siguen pasando bomba con un guión en el que cualquiera puede ser el alivio cómico en el momento preciso y en el que las referencias hacia el papel de Spider-Man como icono de la cultura pop (y esto se lleva tan lejos que hasta recrean un famoso meme) y al resto del universo Marvel -cinematográfico o no- tendrá a los más fans ensimismados durante las 2 horas y 40 minutos que dura la cinta. Pero una vez todas las cartas están sobre la mesa, y sin perder nunca -por suerte- el humor, un tono más grandilocuente empieza a predominar, constatando que No Way Home quiere funcionar como una especie de Spider-Man: Endgame que nunca logra y que, para empezar, no necesita ser. John Watts se pasa de frenada a la hora de querer darle a la película un toque de emotividad que su contrapartida fuera del MCU (y mejor película sobre el personaje hasta el momento) Spider-Man: Into The Spiderverse alcanzaba sin despeinarse.







No Way Home, en resumen, es una secuela que da todo lo que se podría esperar de ella; acción -quizás las mejores peleas rodadas por Holland- humor marca de la casa a raudales, y una somanta de referencias, cameos y easter eggs -culminando en la trolleada de la escena post créditos ante la que servidor se quita el sombrero- capaz de quebrar al marvelita más reticente. También es una carta de amor al traje rojo y azul, independientemente de quién hubiera bajo las mallas. Pero se queda a medio camino de ser el gran final de trilogía que muchos esperaban, demostrando de nuevo que algunos personajes funcionan mejor con historias más pequeñas. Pese a todo, Spidey es Spidey y verlo en pantalla siempre es un placer para muchos entre los que me incluyo. Spider-Man No Way Home era el blockbuster que no necesitábamos, pero que vamos a disfrutar igual. No todas las terceras partes tienen tanta suerte.



Por Isaac Mora