Deprisa, deprisa
Justice League (2017, Zack Snyder)

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Original

“La esperanza es como las llaves del coche”. Creo que con mencionar que esta frase sale de los labios de Superman en el minuto 1 de "La liga de la justicia", podría dar la crítica por terminada. Pero vamos a seguir...


Nos encontramos con Warner/DC enfrentándose a la prueba de fuego. Tras la discutible “Man of Steel” (que ciertamente ha ganado puntos viendo lo que llegó después), la desastrosa “Batman v Superman”, la mamarrachada de “Suicide Squad” y ese pequeño pero significativo repunte que ha sido “Wonder Woman”, llega la hora de unir a todos los héroes de este universo cinematográfico en un intento, probablemente a la desesperada, de alcanzar una posición más cercana a la de Marvel, ya enfilada hacia el gran final de su saga superheroica.





Y si no es desesperada, lo parece, viendo la prisa con la que presentaron a los “nuevos” en “BvS” y con la que aquí intentan llevarlo todo al fondo del asunto. Dos horas para presentar a tres personajes, alzar un villano, unir mitologías y resucitar al héroe más grande de la historia del cómic. Esto, sumado a las manos de Zack Snyder no podía abocar a otra cosa que al desastre.

Y es que "La liga de la justicia" es más víctima que sus hermanas del mal hacer de la productora (ejemplo actualizado: a día de hoy, han decidido incluir a Superman, oculto hasta ahora, en todas las promos), o quien quiera que no pare de tomar estas decisiones estrambóticas. Y digo que es más víctima porque, ahora sí, han sido capaces de poner sobre la mesa un material que de primeras resulta interesante: un grupo que, pese a algunas aristas, tiene mucha más química de la que hubiera esperado; un argumento sencillo que al menos no cae en el ridículo pretencioso; un agradecido sentido del ritmo; y al fin, un tratamiento respetuoso al Superman de Henry Cavill, que, tras años volando en la dirección incorrecta, ha dado con un guión capaz de dibujar al kriptoniano que todos teníamos en mente.





Por desgracia, no es suficiente para tapar el descalabro típicamente DCU que nos caerá encima desde el mismo momento en que Superman compara la esperanza con algo que te cabe en un bolsillo. Quizás Snyder esté más fino que de costumbre o quizás hayan sido los reshoots de Josh Whedon (que tuvo que sustituir al director cuando sufrió una pérdida familiar) los responsables de que "La liga de la justicia" sea una película de aventuras entretenida en lugar de algo muchísimo peor;  pero al fin y al cabo, tienen que enfrentarse a un guión que parece escrito por un grupo de personas que no se hablan entre ellos, un CGI de hace 15 años, un bigote afeitado por ordenador, un protagonista que sube y baja 10 kilos de plano a plano, y una nada despreciable suma de hasta 21 escenas eliminadas. Jon Peters lloraría de emoción con esta mierda.


Pero vamos por partes. Uno quiere saber qué está pasando aquí. Fácil: con Superman criando malvas tras la pelea con supongo-que-era-Doomsday, Batman retoma la trama de la cutre (“épica”, según JotDown) presentación de Cyborg, Aquaman y Flash en “BvS” y se lanza a formar un grupo con el que defenderse ante una amenaza inminente, auspiciada por los ataques aislados de unas criaturas aladas y unas crípticas -aunque verdaderamente simplonas- pistas relacionadas con las tres cajas madre, que serán reclamadas por el villano SteppenWolf.


En comparación con la primera parte, podríamos decir que “JL” va bastante al grano. Y la película lo agradece. El guión de Chris Terrio y Josh Whedon (a falta de saber qué ha hecho exactamente el segundo) muestra las mismas cicatrices de mutilación que el resto de los del universo DC, pero al menos consigue mantenerse a flote. Eso no significa que no esté lleno de incoherencias como el no respetar la línea temporal de la película anterior, como ocurre con el origen de Cyborg; tener referencias a medias como esos Lanterns a los que nadie menciona; relleno innecesario que se alarga en demasía para cumplir con los actores -como prácticamente todas las apariciones de secundarios de las demás películas-; y un buen montón de sinsentidos más (mi favorito: que se griten constantemente los nombres de sus indentidades secretas delante de cualquiera) que al final uno acaba pasando por alto porque, bueno, al menos no es “Escuadrón Suicida”.






El reparto, repito, merece ser calificado como punto a favor. Añadir de golpe a alguien tan encasillado como Jason Momoa (“Amor carnal”, 2016) y dos actores prácticamente desconocidos como Ezra Miller (“Y de repente tú”, 2015) y Ray Fisher (“Batman vs Superman”, 2016), teniendo en cuenta las circunstancias, podría haber sido una catástrofe. Cyborg se revela como un personaje mucho más interesante de lo previsto y con mucho que contar, pero parece haber sido la mayor víctima de los recortes y queda convertido en una simple excusa para que la trama se resuelva en un momento dado. Flash y Aquaman aportan algo de frescura pero el método va a escocer a más de uno: simplemente son como personajes de Marvel. Habrá que ver a quienes defienden la falta de humor en las películas de DC cuando tengan que tragarse un chiste de Ezra Miller cada 5 minutos. Aún así, se agradece su presencia y consiguen elevar el interés hacia sus cintas en solitario. Estos tres novatos encajan bien en un grupo en el que Gal Gadot (“Triple 9”, 2016) intenta brillar con luz propia y convertir a Diana Prince en la heroína con más entidad del DCU, Henry Cavill (“Operación U.N.C.L.E.”, 2015) consigue colocar a su personaje donde merece, y en un impactante giro de los acontecimientos, el mismo Ben Affleck (“Argo”, 2012) que fue lo mejor de “BvS” acaba siendo lo más aburrido, interpretando con el piloto automático a un personaje que queda completamente desubicado al enfrentarlo al mismísimo infierno en la Tierra. Mención especial merece, por desgracia, un actorazo como Ciarán Hinds (“El topo”, 2011), que se queda en la voz de ese malo del God of War que es Steppen Wolf, un villano que no está a la altura para nada y que por no tener no tiene ni presencia física. Un desperdicio este caso como en el de Jeremy Irons (“M. Butterfly”, 1993), Amy Adams (“Big eyes”, 2014), Billy Crudup (“Watchmen”, 2009) o J.K. Simmons (“Spider-man”, 2002), quienes no tienen mucho que hacer como secundarios en una película con seis protagonistas principales y un productor asegurándose que no supere las 2 horas.




Y si el reparto funciona y el guión no es taaan desastroso, solo queda un rincón al que mirar en busca de culpables. Zack Snyder siendo un poco menos Snyder -o Whedon metiendo mano- y un millón de malas decisiones. Porque en una jugada tan importante como la que tenía que hacer DC, cuesta comprender este gazpacho de efectos especiales cutres -las peores pantallas verdes que recuerdo en una “gran película” en mucho tiempo-; estética horrible; tramas inconclusas, inexplicables, o mal empezadas; y villano a la ligera (aquí sí que parece verdad lo de la “Marvelización”) que solo sirve para, de nuevo, llenar la pantalla de colorines lo antes posible. Aún sin saber hasta dónde ha aportado, podríamos decir que encontramos un Snyder algo más accesible y que va encontrando una forma cómoda de hacer cine de superhéroes. Quizás es la estela de “Wonder Woman”, pero todo es un poco más luminoso en “JL”, y quizás por eso Gadot y Cavill encajan finalmente en el cuadro. Ayuda la partitura de Danny Elfman (¡quién lo diría en 2017!), de tintes mucho más clásicos, que se permite un pequeño autohomenaje deslizando la maravillosa banda sonora del “Batman” de Tim Burton y otro tributo al maestro Williams haciendo lo propio con la del “Superman” de Donner. También lo hace con la horrible sintonía de “Wonder Woman" de Zimmer, pero se lo perdonaremos. Por esta vez, a uno le queda la sensación de que es el material el que ha lastrado a Zack Snyder y no al contrario. Al no saber cuánto ha cambiado Whedon (acreditado solo como guionista) y cuánto ha cortado el sociópata que se encarga de revisar los guiones de superhéroes en Warner, voy a darle por una vez el beneficio de la duda.





"La liga de la justicia" estaba destinada a traer controversia, y por supuesto la ha traído. Con la polarización de los fans, la rivalidad entre estudios y el muro de la crítica ejerciendo presión, los responsables del DC Extended Universe han hecho lo que mejor se les da: liarla parda. Como en las películas anteriores, uno no puede más que preguntarse qué queda de la película que los creadores querían mostrarnos, tras ser trituradas y remontadas por cada directivo que haya tenido a bien meter las manazas en el material. Con una diferencia: por una vez, da la impresión de que habían logrado tener algo bastante más decente entre manos antes de empezar a fastidiarla. Al final, ha sobrevivido una entretenida cinta de aventuras de la que querrás olvidar la mitad, pero que podría, con suerte, sentar las bases para algo más grande. No aprueba pero da algo de esperanzas. Aunque cuidado, que la esperanza, ya lo avisa Superman, te la dejas por ahí y luego ya no hay quien la encuentre.



Por Isaac Mora