David y Goliat en uno
Moonlight (2016, Barry Jenkins)

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Original

Nadie habla en los medios de la homosexualidad, las drogas o el descubrimiento de uno mismo de la manera en que Barry Jenkins ha hecho en su ópera prima. El realizador trata estos temas de manera directa pero no violenta, de manera clara pero nunca fría, de manera simple pero con una complejidad abrumadora. "Moonlight" es necesaria, es una película que puede salvar vidas.




"Moonlight" narra la vida de Chiron, un joven negro de clase baja, desde su niñez a su adultez. Chiron es gay, algo que todos ven pero pocos comprenden; esta incapacidad de comprenderse y ser comprendido se verá magnificada por el entorno desestructurado en el que Chiron se cría, con una madre soltera drogodependiente, un sistema escolar que lo oprime y un incierto futuro laboral y emocional. Juan, un traficante local que se apiada de él, jugará un papel clave en el desarrollo del protagonista.


El director se centra en la relación entre el joven Chiron y Juan. El primero es un enclenque y desgarbado niño, de mirada penetrante y pocas palabras. El segundo es un gangster, emigrante de Cuba a Miami, con un profundo sentido del deber -virtud no demasiado útil para un narcotraficante-, profundamente empático y con un mundo interior inmenso. De todas las maneras posibles que hay de hacer a estos dos personajes dialogar, Jenkins elige la más simple, que no la más sencilla, los sienta alrededor a de una mesa, junto a Teresa, la mujer de Juan. Sin artificios ni galanterías, Jenkins asesta un duro golpe a la masculinidad construida e impuesta, a la doble moral injusta, con solo la mirada de un niño y un puñado de preguntas.



Ante todo, una de las virtudes que cabe destacar de esta película es que no habla de buenos ni malos, no hay culpables ni héroes. La película habla de personajes, de sentimientos y de situaciones; su objetivo principal es dar visibilidad, reflexionar sobre el crecimiento emocional y ayudar a cualquiera que se pueda sentir identificado con el problema que narra. Este posicionamiento ya es en sí un discurso, y de la manera que está tratado resulta mucho más potente que cualquier lucha entre antagonistas. "Moonlight" son dos personas hablando en una habitación, mirándose a los ojos, intentando entender qué sienten. No hablar de la culpa ni ahondar en las situaciones previas que han conducido a que estos personajes estén donde están ayuda a conectar con el presente, con esta urgencia imperiosa de una solución. Y para esa solución, el primer paso es inevitablemente es la visibilidad.


Barry Jenkins se define como aliado activo de la causa LGBTI. Él, como hombre heterosexual, no ha vivido algunas de las situaciones mostradas en la película, ahora bien, como autor, ha sido capaz de analizarlas y plasmarlas de una manera brillante. Para él, estas escenas ajenas a su experiencia personal, eran las que le suponían un mayor reto y sobre las que dedicó sus mayores esfuerzos creativos y emocionales ya que en ellas hay una carga discursiva inmensa y cómo él mismo afirma: “la empatía sólo te acerca hasta cierto punto al hecho”. El guión nace de “In "Moonlight", black boys look blue”, un libreto de Tarell Alvin McCraney, un dramaturgo de la misma edad y de la misma ciudad que Jenkins, para el que la historia sí resulta autobiográfica y al que Jenkins conoció tiempo después de que ambos abandonaran Miami.



A menos de un mes de los Oscar, Jenkins se encuentra compitiendo en la carrera para mejor película y mejor dirección con otra joven promesa, Damien Chazelle (“Whiplash”, “La La Land”). Resulta especialmente interesante la lucha entre estos dos directores, el hombre blanco que escribe sobre el Hollywood clásico, con actores consolidados y el soporte de la industria y el hombre negro que habla de homosexualidad, drogas y masculinidad, con una película pequeña e íntima, bien informado y con un especial interés por el discurso. Permítanme que me resulte fácil escoger a quien seguir la pista en los próximos años.



Por Carlos Hidalgo Castro