A lo suyo.
Suicide Squad (2016, David Ayer)

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Original

Aviso: esta crítica contiene spoilers. No me he inventado nada. En serio.


Para muchos, “Escuadrón Suicida” era la gran oportunidad de DC para conseguir anotarse ese tanto que tanto le está costando en esta etapa Post-Nolan. Sin saber muy bien cómo allanar el camino a la “Liga de la Justicia” tras los palos a sus últimas películas, parecía razonable e inteligente cambiar de estrategia y probar con algo más fresco: tienen a la vista el éxito de otras “gamberradas” como “Kick-Ass”, “Guardianes de la galaxia” o la más reciente “Deadpool”, la libertad creativa de usar personajes de segunda y tercera división y la presencia de una superestrella como Will Smith. Sin embargo, aún así no funciona porque, al fin y al cabo, “Suicide Squad” es hija de sus padres y sus padres, recordemos, perpetraron “Batman v Superman”. Warner y DC han mirado a su alrededor y no han aprendido nada de nada. Y han seguido a lo suyo.



El resultado es un desastre. Habrían muchas cosas que decir sobre la idea inicial, la concepción y la ejecución de “Suicide Squad” para explicar una película que hace aguas por todas partes; ya sea la ocurrencia estúpida de someter a David Ayer a las limitaciones del PG13, querer introducir como diez personajes nuevos en un universo cinematográfico que aún sólo consta de tres películas (después de ver cómo salió el invento en BvS) o la orgía de regrabaciones, recortes, cambios de tono y barbaridades en la sala de montaje a las que han sometido a la cinta. El caso es que “Escuadrón Suicida” ha quedado como una versión moderna de las películas de superhéroes de Mark Steven Johnson.


“Escuadrón Suicida” parte con Amanda Waller (Viola Davis), agente gubernamental chunga y la única que de verdad sabe comportarse como una villana, la cual propone la creación de un equipo de supervillanos a los que obligar a defender el país -ahora supuestamente indefenso- ante cualquier atacante sobrehumano tras la desaparición de Superman. Resulta que en la primera media hora de película podemos ver a Batman y a Flash defendiendo el país, que lo hacen gratis y sin riesgo de volverse en contra y en realidad solo ellos dos ya son más poderosos que la panda de adefesios que dan nombre a la cinta; de todas formas, Amanda Waller quiere un supergrupo y a ver quien es el guapo que le dice que no -tendrá que justificar una subvención o algo, que estos del gobierno son todos iguales-. A esto le siguen 40 minutos de presentaciones de personajes (lo que no impide que una hora más tarde sigan tirando de flashbacks), centrados sobre todo en Deadshot (Will Smith) y ese DLC del Joker que es Harley Quinn (Margot Robbie) en los que predominan los montajes musicales innecesarios, los cameos de las estrellas del DCU - incluyendo metraje del Joker que justifique meterlo en el póster y la actuación más rastrera de Batman EVER – y un montón de información mal concentrada porque es más fácil definir a un personaje poniendo una ficha que lo describa en la pantalla que, por ejemplo, trabajándote un buen guión. El equipo lo completan el Capitán Boomerang, Encantadora, Killer Croc, Diablo, Rick Flagg, el pobre Slipknot y un comando especial de militares empeñados en enfrentar cualquier amenaza esotérica o sobrenatural con explosivos. He aquí el Escuadrón Suicida, el grupo de supervillanos donde sólo hay dos “supers”, de los cuales uno se pasa media peli en huelga y la otra es la mala. Amanda Waller debería dedicarse a otra cosa.


Y si trasladamos el argumento al mundo real, David Ayer es nuestra Amanda Waller. El director y guionista, al que sólo le falta tatuarse MACHOTE en la frente, siempre se ha desenvuelto bien con la acción hiperviolenta y el elogio a la camaradería entre tipos duros. Muy característico de su cine también es un aparente desconocimiento total de lo que es una mujer y una desmedida admiración a todo lo eso que los americanos llaman badass, hasta tal punto que en vez de muy adulto acaba pareciendo infantil y cándido -para más datos, David Ayer es un tipo que grita “Fuck Marvel” en una alfombra roja y luego tiene que disculparse en Twitter-. Y lo ponen al volante del proyecto que intenta dar un vuelco a la suerte de DC, con el planteamiento inicial de una especie de “Superdoce del patíbulo” que luego sabotean lo que mejor se le da en pos de la calificación por edades, haciéndole regrabar escenas para “hacerla más divertida” y donde hasta la compañía que hace los trailers acaba metiendo las narices para encontrarle el tono adecuado. Al final nada tiene sentido y la única coherencia que encontramos en “Escuadrón Suicida” es la estética. Y para colmo es una estética horrible.

La falta de coherencia es sin duda lo que más llama la atención en E.S. Los personajes aparecen y desaparecen y después de casi una hora de flashbacks aún hay quien no sabes de dónde sale ni qué quiere. El plan de la villana de la función – me escapo, pillo a un tipo cualquiera, lo convierto en mi hermano brujo, me pongo a bailar a los pies de una luz vertical MUY CHUNGA para construir una máquina que va a matar a todo el mundo aunque ya llevo un rato matando a todo el mundo sin necesitar ninguna máquina, creo un montón de masillas para que los protas puedan dispararle a alguien sin parecer mala gente, y sigo bailando mientras se consuma mi plan, que no puede fallar a menos que alguien haya traído un par de explosivos – solo evidencia que en DC han querido tirar de fórmula superheroica en vez de aprovechar el potencial del grupo en una historia más contenida -por ejemplo, una peli de fugas, de atracos o algo parecido al Batman Arkham Asylum, les hubiera beneficiado muchísimo- y el resultado es que por momentos esto parezca una mezcla entre un subproducto rollo “Death Race” y un remake muy raro de “Los Cazafantasmas”.



Estas mismas incoherencias se trasladan al reparto, se encuentran con personajes desdibujados o directamente de relleno y se ven llenando los huecos como pueden. Will Smith va a lo fácil y se limita a hacer de Will Smith; nos han vendido que nos sorprenderá haciendo de villano, pero no lo hace. Hace lo de siempre, de padre preocupado que hará lo que haga falta por el bienestar de su hija. Sí, mata a un tipo en el flashback de la presentación y cuando Batman lo detiene va vestido como un pimp de Harlem en los 70 (lo cual, asumimos, es algo de ser muy malo) pero nadie que haya leído al despiadado Deadshot de los cómics va a reconocerlo aquí. Lo de Margot Robbie es distinto; está siendo reivindicada como el plato fuerte de la película cuando su personaje casi no tiene valor en sí mismo. Robbie ha demostrado su talento en otras ocasiones pero aquí lo único que le dejan lucir es palmito, pues Harley Quinn sólo actúa para adornar, propiciar o justificar cualquier acto del Joker (lo de la ama de casa con rulos es para irse de la sala) mientras pasea entre tiros y monstruos con un bate de béisbol y un pantalón muy corto al que Ayer dedica más tiempo en pantalla que a la mitad del escuadrón. Leto tampoco acierta; a falta de saber el porcentaje de culpa actor/director más allá del lamentable look diseñado por Ayer, el Joker de E.S. se ve como una especie de Marilyn Manson en celo que parece más creepy que peligroso, y, como va siendo tradición en los últimos Jokers cinematográficos, tampoco es muy aficionado a reírse ni a las bromas. Joel Kinnaman se esfuerza un poco más pero su Rick Flagg nunca deja de parecer un militar secundario en lugar del líder que se le supone y Jay Hernandez se queda posiblemente con el personaje más interesante del equipo aunque por desgracia en 50 minutos de flashbacks los guionistas no han encontrado un momento para explicarte gran cosa sobre esos poderes tan guays. Cara Delevigne y Adewale Akinnuoye-Agbaje se deben a sus maquillajes y ni la Encantadora (mucho menos su “hermano”) tiene peso en el guión para convencer como villana ni Cocodrilo tiene un respaldo para que su personaje sea más que su mera presencia cuando podría haber sido uno de los favoritos, mientras que a Jai Cournei o Scott Eastwood les dan la misma importancia que al cameo de Ben Affleck. De Adam Beach como Slipknot ni hablo, mejor que lo veáis vosotros.



Con un director al que no dejan hacer lo que mejor se le da, y un reparto intentando interpretar un guión tan desmontado y remontado que parece que lo estén escribiendo en tiempo real, difícilmente se puede salvar una película que en ningún momento ha parecido tener las ideas claras. El montaje de videoclip que utiliza tampoco ayuda al resultado final que, junto al abuso de la música (¿Cómo van a editar la banda sonora?¿En triple cd?) y de la estética neopunk no hace más que aumentar la sensación de hastío en una cinta que, como mínimo, debería ser divertida.

 

Hoy en día el cine de superhéroes se ha convertido en un campo de batalla y cada productora está buscando la clave para la dominación del mercado. Pero Warner/DC (al igual que Fox) parece no estar aprendiendo de sus errores. El que podría haber sido un parche a la polémica “Batman v Superman” -que llegó a poner en duda la continuidad del plan de expansión del universo DC y nos puso el caramelo en la boca a muchos escépticos con unos acertados avances- ha acabado sufriendo el mismo cúmulo de despropósitos que se cargaron la cinta de Snyder, por muy escondidos que estén bajo kilos de maquillaje, manchas de grasa y grandes éxitos de la Mtv. Al igual que la última vez, no es que DC hayan hecho una película para fans, es que tienes que ser muy fan para tragártela. Pero es que ellos van a lo suyo.



Por Isaac Mora