Lo viejo y lo obsoleto
Terminator Génesis (2015, Alan Taylor)

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Original

     Siempre sorprende la facilidad y la alegría con la que los estudios retoman hoy día tantas sagas cinematográficas, teniendo en cuenta que crear un producto a la altura de los clásicos con las limitaciones creativas (impuestas o no) actuales es una tarea especialmente complicada. Hace sólo unos meses George Miller nos demostró que sí se puede con su acojonante retorno de Mad Max, Colin Trevorrod de la mano de Spielberg le devolvió parte de la dignidad perdida a los dinosaurios con una efectiva mezcla de nostalgia y espectáculo autoconsciente y ahora llega Alan Taylor para corroborar lo que ya todos sabíamos: lo habitual es que estos inventos salgan mal.

     “Terminator Génesis”, para empezar, no sabe cómo venderse: ni remake, ni reboot, ni secuela. Un poco de cada. Para colmo, los trailers son tan intrusivos que hasta el propio director ha puesto el grito en el cielo ¿Meter el mayor giro argumental en un avance de minuto y medio? Quizás ya sabían que en el fondo tampoco era tan bueno. Un nuevo Kyle Reese, una nueva Sarah Connor, el mismo Schwarzenegger de siempre, y un señor chino que no es Robert Patrick (aka T-1000) pero que de algún extraño modo se le intenta parecer ¿De qué va todo esto?

 



    El film empieza en el mismo futuro devastado y azul que en su día nos presentó James Cameron en sus dos primeras entregas. Una buena señal, el tono de “Terminator Salvation” parece haber desaparecido completamente (tampoco podré comparar mucho porque, sinceramente, esa película no se retuvo en mi memoria). La estética ochenterofuturista (¡esos lasers!) nos llena de esperanza, quizás vaya a ir bien. En este prólogo, se plantean las ideas que justifican toda la historia y que, de haberse desarrollado mejor, podrían haber convertido este “génesis” en un agradecido soplo de aire fresco. John Connor, aquí interpretado por Jason “no puede ser bueno con esa cara” Clarke (El gran Gatsby, 2013), sabe que Skynet prepara un golpe definitivo que podría significar la derrota humana y encabeza un desesperado asalto para impedirlo; este golpe no es otro que el viaje del primer T-800 a 1984 y ya sabemos qué viene después...

 
     Y aquí empiezan los cambios. Ni secuela ni remake. Reese y el joven Terminator aparecen en 1984 e incluso recrean algunas escenas clásicas de la primera parte, hasta que Sarah Connor hace su aparición vestida de macarra y acompañada por el Schwarzenegger actual, al que llama “abuelo” y copia las frases chulas. La película confiesa estar situada en una línea temporal alternativa a la que conocemos, en la que Skynet espera tomar el control en 2017 por medio de una aplicación para móviles y tablets (¿?) y Sarah Connor ha sido criada desde pequeña por un gigantesco robot asesino que, de algún modo, ha acabado vistiéndose otra vez en un bar de moteros. 

 


 

      En realidad, es una idea interesante. Mezclas dos líneas temporales y aludes constantemente a lo que ya conocemos sobre la saga y lo integras en un contexto del que realmente no sabemos nada. Todo pintaría bien si se explotara correctamente; pero no se hace. A los pocos minutos de situarnos en 1984 ya tenemos una pelea, bastante ramplona. Aquí Alan Taylor hace gala de la nostalgia mal entendida: referenciar por que sí ¿Hace falta que en una línea temporal totalmente distinta, el T-800 lleve la misma ropa de siempre? ¿Hace falta que al primer golpe se le rompa el mismo trozo de cara de siempre para que podamos ver el mismo trozo de calavera cromada de siempre, hasta el momento en que tenga que enseñar el mismo brazo mecánico de siempre? Y cuando aparezca el T-1000 ¿realmente hace falta que repita cada una de las cosas que hacía en T-2? Todo el rato así, sin gracia ni emoción. Anteriormente mencionaba cómo “Jurassic World” llegaba a ganar puntos apelando inteligentemente a nuestro recuerdo de la película original. Aquí ocurre todo lo contrario. Y para cuando te quieres dar cuenta, nuestros héroes están viajando en el tiempo en una máquina casera (why not?) y la parte del remake se queda atrás para que empiece la película nueva.

 
      Pasado el primer tercio, con la presentación de ideas interesantes llevadas con mayor o menor fortuna, lo que nos queda es otra secuela de “Terminator” que vamos a olvidar enseguida. Para empezar, porque ni siquiera parece una película completa, sino una entradilla para sacar dos o tres más. La faceta de ciencia ficción queda reducida a un montón de diálogos sin mucho sentido, la carga dramática es nula y la acción es... standard. Y eso, cuando estás haciendo una entrega de la misma saga en la que está una de las mejores películas de acción jamás rodadas, es prácticamente peor que si no hubiera. Las persecuciones, las peleas, todo sigue el patrón pirotécnico y digital del cine de acción más intrascendente de los últimos años. James Cameron cogía dos vehículos y un canal vacío y creaba historia; Alan Taylor no hace gran cosa ni con todo el CGI del mundo. Para cuando John Connor aparece en pantalla y empiezan los giros (previamente spoileados si habéis visto la publicidad de la película) el interés del espectador está por los suelos, intentando simplemente dejarse llevar por el carisma de Arnold Schwarzenegger que, al menos, se lo está pasando teta. Si te quedas tras toda la traca final, una pequeña escena te sopla un último secreto: tiene que haber una secuela porque todo lo que ha pasado no ha servido para nada. “No ha servido para nada” sería un resumen perfecto para “Terminator Génesis”.

 


 

     De los actores poco se puede decir en películas de este tipo. Emilia Clarke (Dom Hemingway, 2013) no convence nada como Sarah Connor, se queda a años luz de la candidez demostrada por Linda Hamilton (“Los chicos del maiz”, 1984) en la primera entrega y sobre todo de la rudeza de la que hacía gala en la segunda. Hace falta algo más que una chupa de cuero para intimidar. Schwarzenegger sabe que está en una posición privilegiada, pues pocas secuelas/reboots pueden contar con su estrella en el reparto. Por desgracia, su condición física lo releva a un papel que ofrece más salidas cómicas que momentos espectaculares, pero al menos está ahí defendiendo lo suyo, no puede haber otro Terminator. Jai Courtney (“Jack Reacher”, 2012) se limita a hacer el Sam Worthintong de “Salvation” y Jason Clarke sólo encaja en su papel tras el estúpido giro de guión. Hay que hacer una mención especial para el pobre J.K.Simmons que, después de darnos una lección de intensidad en Whiplash, acaba aquí haciendo el pardillo en un papel absolutamente innecesario. Eso sí, siempre cae bien (excepto quizás en Whiplash).

     La dirección de Taylor como he comentado antes, peca de estandarizada. Al menos Jonathan Mostow al hacer T3 apostó por la acción espectacular y descerebrada que, aunque no le llegara ni a la suela a Cameron, tenía al espectador entretenido durante todo el metraje. No hay nada que parezca personal en “Terminator Génesis”, hasta el punto que resulta más original el prólogo, que no hace más que retomar los puntos de la primera película, que el material nuevo. El guión de Laeta Kalogridis y Patrick Lussier nos deja con poco para recordar y encima ni siquiera consigue darle un cierre a la historia. En la misma línea, la música de Lorne Balfe también pasa de largo. 


     

 

     En definitiva, este “nuevo” Terminator ha aparecido para recordarnos que, pese a algunos oasis fortuitos, los remakes, los reboots y las resurrecciones de sagas míticas pueden acabar siendo un desastre. En este caso agravado por el hecho de que la base y el planteamiento inicial abrían todo un mundo de posibilidades que han sido desaprovechadas en pos de la acción torpe, simplona y olvidable. Si este es el camino que va a seguir, se puede decir que la saga Terminator puede rejuvenecer, pero ya está obsoleta.



Por Isaac Mora