Cobertura Sitges22. Fase IV



Pasado el meridiano del festival llega un nuevo día con A Wounded Fawn (Dir. Travis Stevens).




El film se centra en una venganza helenística difícil de desgranar. Un asesino en serie encuentra la piedra en su zapato cuando sus víctimas dotadas de fuerzas míticas de la ultratumba se reúnen y le dan “su merecido”. 


Con una premisa, a priori interesante y aparentemente original, el film resulta muy errático y está lleno de pésimas elecciones, incluso al nivel de diseño de producción. El toque griego desentona y a la postre, el elemento fantástico que desencadena la vendetta carece de sentido. Tras una primera parte, más cercana a una tv movie de mediodía, A Wounded Fawn se embarca en una paranoia visual hasta casi su resolución, dejando al espectador pensando en maneras de entender lo que está ocurriendo. Lástima.




Probamos mejor suerte con Watcher dirigida por Chloe Okuno.





Watcher es la metáfora del sentimiento de falta de credibilidad, paternalismo y exclusión.  


Julia se muda con su marido al país de origen de éste, Rumania. En este nuevo lugar, la protagonista experimenta una cierta soledad unida al sentimiento de estar algo desplazada, cosas del todo normales durante una transición como en la que se encuentra, sin embargo algo no la deja asentarse, siente que la están vigilando. A medida que avanza el film, esta percepción va tornándose certeza e incluso cree saber quién es su acosador. 


A caballo entre la paranoia y la cruda realidad, el film cabalga en esa línea fina entre lo meramente casual y lo extraordinario, lo que queremos ignorar y lo que debemos enfrentar. Un notable trabajo de suspense que aun a sabiendas de su previsibilidad, nos arrastra a cada minuto y finalmente nos sorprende gratamente.




Pasamos de pleno a uno de los homenajes del año que recae en la figura de Astrid Frank, realizadora de los dos cortos que darán inicio a la sesión que nos ocupa, una sesión dominada por la seducción y la sangre que acabará con el film The Velvet Vampire (Dir. Stephanie Rothman).





En palabras de su propia autora, sus obras son raras y quizás por eso no tuvieron el éxito ni la visibilidad deseadas. Por contra, difiero de ello, tanto Red como The Jealous Mirror tienen un estilo y un punto de vista muy original y tocan el género fantástico de forma muy elegante y fresca, sobre todo para la época que los vio nacer de los 70. 




Mientras que Red funde alegóricamente la obsesión de un pintor por el rojo, mezclandolo con una orgía demoníaca sangrienta, Jealous Mirror nos cuenta la historia de amor entre una mujer y su espejo, de cómo el espejo la obsequió, cela e incluso se hiere de muerte. El estupendo desenlace, para aquellos que tengan el lujo de encontrar esta pequeña joya. 



Y otra joya es The Velvet Vampire, film de 1971.




Este western vampírico brilla sobre todo por Diane, su protagonista interpretada por la hipnótica Celeste Yarnall, capaz de seducir en tropel a todo aquel que le rodea. Ésta representa el empoderamiento máximo, es independiente, practica el sexo libre (voyerismo incluido) y caza su propia comida. Sin embargo, y aun habiendo matado a su media naranja sigue profesándole amor eterno. Algo tenía que tener… 


El film tiene el toque setentero lisérgico típico de la época y a destacar la escena onírica propia de un videoclip de The Doors con la que nos deleitan, plantando una cama de matrimonio en el desierto y un juego sensual de lo más sugerente.



Cerramos otra jornada para dar pie a otra. Así pues, ¡gloriosos días! con Glorious, dirigida por Rebekah McKendry e interpretada por Ryan Kwanten (si, el de True Blood).




Este thriller fantástico, tan fuera de lo común por desarrollo y estructura, nos sitúa en un lavabo de una estación de carretera con un dios encerrado en uno de los servicios y un resacoso Wes incapaz de salir de allí. La trama se complica cuando el dios le explica al protagonista que necesita algo de él para salvar la existencia en sí, y todo esto a través de un glory hole…


Poco a poco vamos conociendo algo más de la historia que trajo a Wes a este lugar en este momento y que clase de prueba se le pide a este simple humano para convertirse en el salvador definitivo pero con un planteamiento tan estrambótico todo puede ocurrir y debemos seguir las migajas que se nos ofrecen para llegar al apoteósico desenlace. Toda una comedia negra para amenizar esta brillante mañana. 



El apocalipsis postnuclear parece perseguirnos con Battlecry.





Este film creado enteramente por Yanakaya en su primera incursión en el largo nos presenta una historia detectivesca con humanos genéticamente alterados y convertidos en sombras monstruosas, una conspiración a lo James Bond y unos héroes forzosos. 


Con un estilo de animación personal y una irónica comicidad de los protagonistas este es un excelente comienzo para una saga.



En otro tono encontramos el documental Jurassic Punk (Dir. Scott Leberecht).






Bien es sabido que no siempre se llevan las laureas aquellos que se la merecen, pero el caso de Steve Williams se lleva la palma. Williams más conocido por Spaz, es el matemático informático que ideó y creó la tecnología que marcó un antes y un después en los Fx del cine. Desde el agua metamórfica de Abyss, pasando por el mercurioso T-1000 hasta los vívidos dinosaurios de Jurassic Park, todo fue posible gracias a este genio que, lamentablemente, trabajaba en Industrial Light and magic para el (injustamente) múltiple galardonado Dennis Muren, que ni siquiera tuvo la honorabilidad de darle el reconocimiento merecido. 


Queda patente que si no juegas con las normas de Hollywood, quedas fuera de la competencia y de paso, del negocio. No hay sitio para personas que se salgan de la norma, por muy excepcionales que sean. Quizás las cosas hubieran sido diferentes en la actualidad y en una empresa sin, valga la redundancia, dinosaurios con miedo a la extinción, donde es bien sabido que el máximo potencial no se saca poniendo frenos y que para crear es necesario dar margen a un cierto toque de rebeldía y desinhibición.


Menos mal que la historia acaba poniendo a todos en su lugar (a veces). 



Y de la historia habla Lola (Dir. Andrew Legge).







1941, dos científicas inventan una máquina televisiva que te da una visión de las retransmisiones del futuro a la que llaman Lola. Rápidamente se percatan de su utilidad militar debido a la coyuntura de la segunda guerra mundial. Sin embargo, lo que en un principio aplauden y festejan, pronto se convierte en un arma de doble filo derivando a una, literal, caza de brujas para las hermanas. 


Los conceptos de tener cuidado con tocar el pasado así como el abuso de poder son alguno de los hilos argumentales de este falso documental rodado en blanco y negro y con bastante perspectiva de género.   



Seguimos…



Por Silvia García Palacios