Sección Oficial de Cortometrajes


Cercanos a la treintena, los responsables del festival de L’Alternativa nos demuestran un año más la fuerza del cine independiente con una selección impecable. De alabar el hecho que hayan podido recuperarse de un 2020 que ha hecho replantearse la existencia y supervivencia de todo evento cultural.


En nuestra cobertura nos centraremos como es tradición en la sección oficial de cortometrajes, empezando con la selección internacional. En esta edición la selección se ha estructurado en bloques con títulos tan sugestivos como su contenido. 



Cossos Extranys



La sesión empezó con Lumbre de Carolina Mejía (Colombia), un trabajo en el que las imágenes acompañadas de textos con ausencia de narrador o voz en off dan pie a un viaje de acompañamiento en la pérdida de un ser querido, una despedida quizás, un reencuentro a través de la memoria sugerente. Seguido de Luces del desierto de Félix Blume (Francia), un filme que utiliza los impactos de una luz sin la contaminación lumínica de la urbe, unos habitantes del desierto que dan pie a leyendas y tradiciones, costumbres que quizás se están perdiendo en un relevo en el que la ciudad, lo artificial, lo no natural toma el relevo. Y llegamos a la impactante obra de animación Anxious body de Yoriko Mizushiri (Japón), un cuento de terror corpóreo que juega con las formas, el movimiento y las heridas autoinfligidas. Un excelente trabajo en coproducción con la potente distribuidora Miyu. 






Y para acabar el bloque Imperdonable de Marlén Viñayo (Espanya, residente de el Salvador), un imprescindible documento que nos deja atisbar una realidad extrema, la “vida” de unos presos provenientes de maras, con la inusitada violencia que ello representa, y homosexuales a la postre, dianas vivientes dentro y fuera de las paredes de la prisión. Para más inri, cuando tienes determinadas inclinaciones sexuales la iglesia, que domina la “reinserción” interna, no está por la labor de aceptarlos ni mucho menos entenderlos. Las empatías se entremezclan, y para ojos ajenos a este convulso mundo, este amor entre hombres, entre compañeros de pesadillas nos hace valorar hasta cierta exoneración de un brutal asesino confeso.


Perspectives i tangències


Con el sugerente título del siguiente bloque, seguimos con la sección oficial internacional con I have seen the fire ship de Daniel Murphy (USA), un corto experimental en blanco y negro, sin diálogos, experiencias perceptivas acerca del fenómeno atmosférico denominado el fuego de San Elmo. En otro sentido se encuentra Síndrome de los quietos de León Siminiani (Santander), un trabajo documental que se centra en la supuesta quietud del pueblo Colombiano a través de imágenes que crean un universo teórico fílmico como si de un diario del futuro se tratara. La figura de Luis Ospina se vehicula en cierto modo como narrador y protagonista de forma excepcional.




 

Más allá de la noche de Manuel Ponce (Colombia) por su parte, nos traslada a un momento, a una experiencia, a un recuerdo que se aferra por quedarse y que el autor se esfuerza por, de alguna forma, darle una relevancia en el espacio y en el tiempo, todo con otro protagonista, el rio, un medio siempre en movimiento que da cierta perspectiva vital.

 






La sesión sigue con Suspensão de Luís Soares (Lisboa), un film de animación que revisa la movilidad del propio arte cinematográfico, un personaje, una habitación e inputs subrayados, fijaciones y posibles fobias o temores básicos. Para acabar el bloque, A morte branca do feiticeiro negro de Rodrigo Ribeiro (Brasil), un trabajo que aborda el pasado esclavista del Brasil con un uso visual y sonoro tan angustiante como el hecho en si mismo. . 


Espectres propers


Con espectros cercanos llegamos al último bloque de la competencia fuera de nuestras fronteras.

Lillian find the zombies de Stephen Wardell (USA) es un curioso experimento de ficción familiar que demuestra la capacidad de creación y destrucción cinematográfica al tiempo. La elección de zombies resulta simbólica por el lugar, las pretensiones y el resultado. 





Y para resultados, ver la estela de Simón Bolívar resulta en el cortometraje Bicentenario de Pablo Álvarez Mesa harto estimulante como espectador del otro lado del charco. Recorriendo aquellos sitios, pueblos y ciudades por donde pasó su cohorte de liberación nos da la perspectiva necesaria para digerir lo que se muestra. Imprescindible el arranque como punto de evaluación de un pasado, un presente y unas perspectivas.

En un cambio de tercio se encuentra Querida Chantal de Nicolás Pereda (Mexico) con curiosas  cartas a la aclamada directora en tono de homenaje. 





El fin del bloque lo protagoniza Los huesos de Cristóbal León y Joaquín Cociña (Chile), un peculiar homenaje (o crítica) con el tono de los principios del séptimo arte en forma de cuento gótico de animación en el que la muerte y los deseos unilaterales se toman de la mano.



En este punto damos el paso a los Cortometrajes Nacionales a competencia.


(des)construccions


El primero de los dos bloques en cuestión empezó con Versiones de Claudia Torres (Tenerife), un recopilatorio de viejos tesoros audiovisuales de la propia autora que funcionan como parte de un puzzle mnemotécnico y trabajan como un revulsivo personal introspectivo acerca un pasado y sus estelas. Un trabajo difícil de completar por parte del espectador sin la visión de su artífice. 






Reality de David Fidalgo Omil (Lugo) se centra más en los fenómenos de la telebasura y en concreto en los programas de “telerrealidad” atacando a su obvia vertiente hacia la involución con un corto de animación nada estilizado a propósito. 

Por otros derroteros se va Dora Sena de Jorge Caballero Ramos (Barcelona/Bogotá), un proyecto visual en el que una inteligencia artificial crea, propone o plantea unas directrices legales ante una situación tan inusitada como la pandemia en la que estamos inmersos.

Cambiando de tema, Paraíso de Maddi Barber y Marina Lameiro, un cortometraje en el que la naturaleza tiene un papel protagónico concretamente en un bosque con el cual interactúan de manera diferente cada grupo humano que se halla. Y para interacciones, 

No quiero más de Alicia Moncholí (Oviedo), un montaje con lo que parecen los últimas imágenes registradas de la abuela de la directorala cual se encuentra ingresada en un hospital y con claros indicions de demencia senil, el título es lo suficientemente explícito, o no. 





Acabamos la sesión con la interesante Begiak Hesteko Artean de Jorge Moneo Quintana (Pais Vasco), una película capaz de captar en apenas 15 minutos de metraje el pasado, el cambio, la desmemoria y la reivindicación a través de un espacio al que el tiempo y la historia no parece haber respetado, algo trasladable universalmente. 



Moviment perpetu


El segundo y último bloque de la sección oficial nacional recibe el nombre de Movimiento Perpetuo y no en vano su primer corto, Os corpos de Eloy Domínguez Serén (Simes) lo representa a la perfección. La efervescencia de una fiesta tradicional filmada como si la viviéramos de primera mano lleva al espectador a un estado de euforia que nos recuerda por momentos al éxtasis del movimiento inercial de la mismísima Shara de Naomi Kawase. Siguiendo con esta potencia visual está Heltzear de Mikel Gurrea (Donostia), un cortometraje en el que la escalada es al tiempo terapia y objetivo con el contexto del conflicto vasco de fondo. El título con ese juego de significados es un toque excelente. 





 

El viaje continúa con Ningún río me protexe de min de Carla Andrade, en donde recorremos con ella los caminos y sendas cual exploradores decimonónicos reversionados dos siglos más tarde. Por su parte, Todos los días domingos de Alberto Dexeus (Barcelona) hace un análisis a traves de las fotografías de la infancia de la personalidad actual y sus repercusiones artísticas y sociales. Para acabar el bloque así como las obras a competición: 





Casa Bonita de Paula Amor (Madrid), un refrescante y alegre trabajo en el que una anciana se enfrenta por primera vez a la tecnología, algo simple que puede resultar cómico y que al tiempo resulta en una cruda realidad.



Por Silvia García Palacios